(Columna de Opinión compartida con Semanario El Heraldo)
Reitero un concepto o percepción recurrente dentro del marco de esta dolorosa crisis sanitaria que aún seguimos padeciendo: Solo la perspectiva del tiempo nos dará la justa medida de lo acertada o errada que tuvo cada decisión en la inmensa mayoría de las circunstancias sufridas dentro de esta Pandemia. Eso está más que claro ya que errar y acertar son parte innata de nuestras vivencias como humanos.
Es obvio que, sin ninguna mala intención dado la inexperiencia de esta situación inesperada, se cometieron claros errores en los más variados tópicos hasta el momento.
Encerrar prematuramente a inmensas franjas poblacionales por muchos meses sin un solo caso de Covid positivo fue uno de las equivocaciones más groseras, porque las secuelas físicas y mentales en el tiempo no serán gratis para nadie.
Prohibir las actividades físicas, recreativas y deportivas durante más de medio año sin transmisión comunitaria en gran parte del interior del país lo fue también, al restringir la posibilidad de una mejor salud en mucha gente. De igual manera, la reducción horaria y las libertades aún con protocolo aprobado que solo generaron y generan la clandestinidad social, verdadero motivo de tamaño contagio del presente.
Otro grave error, que seguro se va a negar o minimizar es la oportunidad de esta vuelta masiva del fútbol, ahora sin importar el grave panorama del interior. Porque claramente genera esa lógica y natural comparación con la perdida de todo un año escolar de manera presencial, sin olvidar que continuamos inmersos en la Cuarentena más larga del mundo junto a la realidad dramática que en números hoy tristemente refleja nuestro país. Y así, podríamos seguir enumerando infinitos casos de errores que mutaron como efectos no deseados, pero efectos al fin, en hechos tanto de discriminación como de desigualdad e injusticias por doquier.
No obstante, y como muchos me lo han señalado y hecho saber por estos días, la negación de la realidad y de hechos palpables a la vista ha subido al podio de los desagrados. Como el innegable esfuerzo de muchísimos docentes para brindar su capacitación virtual al alumnado, pero con una formación que dista mucho de la presencial en ese contacto irremplazable del educando con su profesor. O el innegable efecto negativo del hacinamiento o el de la restricción horaria sin sentido en las actividades al aire libre, la nueva prohibición de las piletas y gimnasios con protocolos o el autorizar contactos dentro de un extenso Departamento pero no el de la vecindad zonal por ser de otro.
Errar y volver a errar generando efectos adversos, humanos al fin, propio de cualquiera de nosotros los mortales y sin una mala intención comprobable. Pero negar la evidencia de los hechos ya es propio de otro tipo de análisis y allí la duda de la intencionalidad toma otro color. Porque una cosa es el error y otra muy distinta el no querer reconocerlo y ello si molesta porque cae en el saco roto del negacionismo por el negacionismo mismo nomás.