Como de costumbre en ciertas cosas que pasan en la ciudad, nadie vio ni escuchó nada.
En la madrugada del sábado los vándalos de siempre trabajaron a sus anchas para destruir lo que otros construyen.
Varios canastos de basura de calles España y San Lorenzo, aparecieron en el suelo, como doblados por un fuerte viento en una noche en la que ni una brisa soplaba en la varios kilómetros a la redonda.
Ahora bien, para llevar a cabo ese daño, hacen falta dos o más personas que algún ruido deben hacer.
Nadie escuchó nada y si lo vio o es cómplice de los vándalos o necesita atención oftalmológica por lo menos.
Esta vez zafaron los canastos de calle Avellaneda, blanco principal de los dañinos pese a la base de cemento con que cuentan.
Porque la estupidez se mudó a los barrios.