Estaba por titular la Columna como “Inigualable”, pero no hubiese sido el término correcto. Sencillamente porque si bien este Mundial, aquí en Doha, obviamente tiene similitudes con muchas situaciones de eventos internacionales de todo tipo, deportivas o no, también lo componen ciertos hechos por lo menos llamativos.
Mientras tratamos de manejar la tensión y expectativas del choque clave de este sábado, pensaba por ejemplo en los Juegos Olímpicos. Los extraordinarios Juegos Olímpicos que reúnen a todas las disciplinas deportivas del más alto nivel y con la inmensa mayoría de países representados como solemos disfrutar en cada desfile de las delegaciones en la inauguración. Pero esto es distinto, este Mundial es diferente y, me da la impresión, irrepetible.
Irrepetible desde aquella decisión “non sancta” que se tomó entre gallos y medianoche en el 2009 eligiendo a estas tierras, aunque luego se oficializaría a fines del 2010 a meses de concluido el de Sudáfrica.
La necesaria expansión del fútbol en geografías no tradicionales y la ayuda paralela para despertar el interés del turismo global fueron algunos de los argumentos que, a tanta distancia en el tiempo, hizo que privara la indiferencia por aquellos tiempos. Después claro explotó lo del “FIFA Gate” por los sobornos de Rusia para el 2018 y del mismo Qatar que se desarrolla por estos días en esta geografía de Medio Oriente.
Pero las diferencias, la amplitud de manejos y el esquema elaborado por este pequeño Emirato han sido sustancialmente diferentes a cualquier otro evento ecuménico en la fase de la tierra. Desde la íntegra concepción de cada nuevo y deslumbrante estadio hasta el cambio de la fecha tradicional en la historia de los Mundiales. Y aunque cueste creer, pasando también por concebir prácticamente una nueva ciudad que sorprende al visitante en las construcciones, las autopistas, la impactante iluminación y los servicios de primer nivel en todos los rubros.
Obviamente, la disputa del futuro turístico con Dubai y otras plazas del Golfo no es ajena a esta fuerte apuesta de los Emires y su sobreabundancia de gas y petróleo y por ello no escatimaron esfuerzos financieros de ningún tipo según nos cuenta por aquí la mayoría de sus inmigrantes.
El otro costado, que tiene dos versiones en función de quién responda, refiere a la explotación y muerte de obreros del sur asiático, la mano de obra barata para concretar semejante “nueva ciudad” en menos de una década. También, un inédito “cerrojo” al propio país acordado por la FIFA, por el cual por ningún motivo se puede ingresar desde el pasado lunes 21 y hasta el 22 de Diciembre así se trate inclusive de desgracias familiares de gente de países vecinos.
Un Mundial “irrepetible” en la casi ausencia total de alcohol para consumo, en la gratuidad de los transportes y hasta en los permanentes “rezos” por doquier en los mismísimos estadios. Incluso, también en el control estricto de las leyendas en las banderas y en la prohibición de exponer cualquier demostración de diversidad sexual como el conocido símbolo LGBT entre otros.
Sí hay plena libertad para vestimentas y disfraces típicos de cada país y el esmero y cordialidad de los cientos de miles de empleados como moneda corriente para la satisfacción de los aficionados. La seguridad brilla por su presencia permanente, los cobros son justos en función de lo acordado y la tranquilidad para transitar sus barrios es una constante siempre y cuando se respeten sus rígidas leyes y en especial la esencia de la cultura musulmán.
Irrepetible incluso por la mística y el simbolismo que dio la coincidencia de esta fecha con el segundo aniversario del fallecimiento de Diego Armando Maradona, nada menos. Con un “Fanfest Maradoniano” que disfrutamos junto a la talla de ídolos como Bochini, Tapia, Batista, el “Negro” Enrique y otras leyendas de los Campeones Mundiales del 86. Con réplicas del “Diego Ángel” en pantalla gigante hablándonos desde el cielo, su imagen inmortalizada en el avión hacia Qatar, alguno que otro champancito medio bajo cuerda y la estampa de nuestras firmas en una estera preparada a tal efecto.
Quizás, con la perspectiva y el paso del tiempo y acompañados de las nuevas generaciones tecnológicas y globalizadas, este Mundial sea el punto de partida para un menor sometimiento a la mujer y se imponga, más allá de su cultura y religión islámica, un necesario equilibrio y flexibilidad en lo humano hacia futuro. Otro punto fuerte para, por ahora y con lo bueno y lo malo de lo comentado, estar convencido de que será nomás un Mundial … irrepetible.