Si un vecino de 50 años o más tuviera entre sus manos una de las dos fotos panorámicas que se encuentran en la Sala de Reuniones de la Municipalidad y comparara cómo eran los paseos principales y sus alrededores en la década del 60 se le piantaría un lagrimón. Es que la ciudad ha experimentado en pocas décadas un cambio notable
En los alrededores de la hoy remodelada Plaza San Martín ya no están o sobreviven las edificaciones de la parroquia con su nuevo campanario, el edificio Capdevila o Muni vieja, y estructuras que antes albergaban a una concesionaria de autos IKA, a la firma Ravotti Martínez, al Bar Victoria, el Cine San Martín, un museo y la vieja casa parroquial con rejas en su frente. Pero ya no están esas firmas. Hay otros comercios en esos lugares. Incluso ni la plaza es la misma de hace unos años
Es el progreso, dirán…
Lo mismo ocurre con los alrededores de la Plaza Independencia. Ya no está el Bar La Esperanza o vieja terminal de ómnibus, la fábrica de Sebaste y otros edificios, aunque el cambio es menos pronunciado que el de la plaza “de este lado”. Acá resisten con su cometido original la Escuela Rivadavia y el edificio de la Policía.
Pero hay de ambos lados y cerca del trazado original edificios que sobrevivieron a las máquinas de demolición. Hoy los conocemos como “el kiosquito de Arcos” y el “de Cuadrado” y desaparecieron de otros lugares locales emblemáticos como el kiosco de Bertolla, El Rebusque, el Kiosco de la Tita, y tantos más que dieron origen a esta idea de escribir unas líneas luego de un relevamiento “histonostálgico” del movilero de FM Identidad.
Qué varillense de entre 40 años y más no compró algo en esos comercios… golosinas, cigarrillos a escondidas si eran menores, figuritas, bolitas y hasta bizcochos o galletitas Manón para llevar a la escuela o al trabajo.
Qué varillense no cambió revistas en El Rebusque o qué jovencito no compró caramelos Media Hora o bombitas de olor para revolear en las matinés de los domingos en el Cine Colón.?
Cuántos habrán sacado la “figurita difícil” tras comprar un sobrecito en el kiosco de la Tita, frente a la entonces escuela 23. O comprado bolitas de mármol, las más ordinarias, para no tener que entregar el bolón japonés perdido en un ardoroso partido en el patio de las escuelas que no tenían como ahora techos y eran todo tierra con plantas de moras, como las de la Rivadavia que manchaban los guardapolvos y configuraban un pasaje seguro al reto de los padres.
Hoy los kioscos originales de Las Varillas ya no están o sobreviven reciclados en bibliotecas o edificios ploteados que sirven a otros fines, como reservorio de libros, casas de familia, edificios de instituciones y muchas cosas más.
Hoy esos kioscos, salvo excepciones, ya no venden diarios, revistas golosinas o figuritas. Los kiosquitos ya no están.
Es el progreso que nos despojó de esos lugares. Para bien o para mal.
Es el progreso dicen…
LAA