(Columna compartida con La Voz de San Justo y El Heraldo)
Quizás por única vez en tantos años, más de veinticinco, me cuesta generar un resumen objetivo y desprovisto de sentimientos para un año tan triste, atípico e inesperado como el que está finalizando. Y me cuesta porque no me olvido de aquel inicio deportivo en nuestra ciudad y su región con un Enero bien vivo para sus deportes estivales, la interesante actividad de Febrero y ese calendario “viento en popa” de los primeros días de Marzo. Un Marzo hecho trizas en su segunda quincena en aquellas épocas de mucho miedo a pesar de que el Covid tardaría mucho, demasiado en llegar a nuestras tierras.
De allí en adelante, todos lo sabemos, el movimiento competitivo fue prácticamente nulo, pero también nulo el grueso de las actividades en los deportes grupales más populares. Y ello, claro está, no fue gratis más allá de que a muchos les cueste verlo, reconocerlo y digerirlo todavía. Por el ritmo y hábito deportivo perdido en grandes franjas etarias de la población a las cuales la salud les jugo y juega una mala pasada en consecuencia.
Pero, también es cierto, de no ser por esta Pandemia tan nefasta como especial muchas disciplinas individuales no hubiesen tenido tamaño crecimiento como pasó con el padel, el tenis y hasta con el golf. Disciplinas que aún por estos días no han parado de sumar adeptos resignados a la mala suerte corrida por aquellos otros deportes que antes practicaban. Un símil, en cierta forma, de la ventaja – desventaja laboral de aquellos que se fundieron trabajando en lo privado versus los que no se movieron de sus casas e igual no vieron mermado sus ingresos a pesar de no brindarle un solo servicio a la sociedad.
Obviamente, ninguna disciplina individual beneficiada moldeó situaciones o aprovecho una ley tan injusta y discriminatoria como si ocurrió y ocurre en el otro aspecto, pero en definitiva recolectaron las mieles del trunco derrotero de los deportes grupales con nula actividad. Deportes grupales amateurs y muy ligados a nuestra sociedad como el fútbol, básquet, vóley, rugby y hockey, entre otros, que bien pudieron haberse practicado durante los casi cinco largos meses “sin un solo caso de Covid” y por ende con cero riesgo de cualquier tipo de contagio. Desaprovechando, como ya lo analizábamos allá por Abril y Mayo, el aporte de salud que siempre brinda la actividad física en todas las edades para caer rehenes del sedentarismo, el sobrepeso y los efectos colaterales mentales del que hoy nadie parece hacerse cargo.
Resignados y enojados por tantas y tantas injusticias a la vista de todo el mundo, sin que muchos de ese mundo se hayan percatado de tamaña discriminación. Como la de los gimnasios, las piletas y hasta las prohibidas caminatas o entrenamientos con distancia al aire libre que brillaron por su exagerada prohibición mientras se autorizaban otro tipo de juntas y contactos masivos a lo largo y ancho del país. Un país unitario como nunca desde el puerto que solo miro su propio pupo, sin importarle en absoluto la coyuntura y consecuencias para el interior.
Un año triste, muy triste si lo analizamos con inteligencia y no seguimos comprando y comprando tantas “máximas de cartón” que limitaron nuestra capacidad de sentido común al extremo de enceguecernos. Por aquella inmensa mayoría de niños y jóvenes de los deportes grupales populares que no tuvieron recreación, prácticas ni competencias. Sumándole más hacinamiento al peso de la ausencia de clases presenciales en la educación, sin dudas otro duro golpe al futuro de ellos y sus familias.
Resignados y por ahí pensando como atenuante que la inexperiencia del caso también jugó una mala pasada a tantas malas decisiones. Pero enojados por seguir comprobando que muchos protocolos solo sirvieron para ser aceptados, pero nunca para ser respetados y cumplidos. Con el peligro latente de un rebrote dentro de un presente con todo habilitado, exactamente a la inversa de todo lo pregonado y ordenado ocho a nueve meses atrás para el beneficio de unos pocos y el perjuicio de la mayoría.
Resignados y enojados así en la vida de este 2020 como en varios de sus deportes. Deportes castigados junto a las miles de ilusiones que quedaron por el piso y que vaya Dios a saber si podrán recuperarse.
Resignados (… y enojados), como resumen de un año nefasto e injusto y no solo en materia deportiva. Que costará y mucho recuperar, no ya desde la simpleza del levantar los escombros después del vendaval sino del tiempo, ritmo y oportunidades perdidas y, especialmente, de las muchas, muchísimas heridas que tardarán en cerrar.