Mucho se habla y se seguirá hablando de cómo esta Pandemia del Covid 19 pega, y fuerte, en los adultos mayores y en personas con enfermedades previas o de baja inmunidad. Lamentablemente, los fallecidos en el país y en todo el mundo nos dan cuenta de ello claramente y es imposible que lo podamos obviar. Pero el presente, y sobre todo su futuro, no es menos drástico para los niños y adolescentes menores, más allá de que las causas y sus consecuencias no sean exactamente iguales.
En diálogos abiertos y sinceros con profesores, padres y hasta entrenadores deportivos por estos días uno comprueba que el tema de referencia es preocupante. Que se lo quiera ver o se lo tape a medias es otra cosa, pero que las secuelas de este encierro para ese segmento etario ya son preocupantes, no caben dudas. Como más preocupante aún lo es también el valioso tiempo que sigue transcurriendo sin que, en apariencia, nadie se digne a hacer nada por ellos.
Los niños hasta los cinco o seis años suplen el hacinamiento al calor del refugio y contención de sus padres y hermanos. Los adolescentes mayores y jóvenes de más de quince lo manejan con sus pares vía contacto virtual, real u otro tipo de transgresión. En ambos casos, pequeños y grandes, no pareciese haber llegado tamaña ansiedad y karmas como en aquel otro segmento hoy algo desprotegido dado la particularidad de sus edades y de esta situación. La total ausencia de contacto escolar, deportivo y de actividades culturales y artísticas complementarias les genera un vacío muy difícil de llenar, aunque no todos aún lo puedan ver con claridad.
Niños y adolescentes menores son hoy, sin dudas, también víctimas del Coronavirus. Víctimas diferentes, no necesariamente con un impacto en la salud corporal, pero si en otros aspectos tan o más importantes como el anímico, el psicológico y el conductual. Que no solo refiere a un momento puntual del presente sino al del día después donde, lamentablemente, aún no podemos saber el tipo e intensidad de secuelas que les podrá quedar. De allí que, como ya expresan sin disimulo muchos entrenadores y docentes de la ciudad y la zona, no se entienda muy bien que espera el gobierno nacional para tomar también a cierta actividad física como esencial en las zonas blancas. Con claros protocolos sanitarios y bajo la responsabilidad de cada profesor, pero con la ineludible necesidad de recuperar tanto el estado físico perdido, como la salud mental y las relaciones y vínculos sociales hoy ausentes.
Y nos duele, nos duele volver a comprobar como argentinos de segunda el egoísmo del puerto hoy allí si castigados por la Pandemia. Pero a Dios gracias aún no por aquí y ello la impotencia por dicha indiferencia desde donde emanan las órdenes y directivas. Que son, como sabemos, hoy imposibles de incumplir por parte de las autoridades municipales que a ello y ellos deben responder sin medias tintas. Lamentable, porque hay más castigos y castigados que premios y premiados aún con una clara situación diferencial a la vista de todos. Pero así estamos, haciéndonos perder un valioso tiempo para esas otras víctimas del Coronavirus. Un tiempo precioso al alcance de la mano que, ojalá, luego no sea demasiado tarde para lamentar.