Tremendo, apoteótico, de colección e histórico una vez más. Casi que por estar todos convencidos de que no podían fallar se minimiza el impresionante espectáculo que brindaron …. que siguen brindando Federer y Nadal. Dos monstruos del deporte de alta competición, ya no solo contemporáneos sino históricos y ya no sólo del tenis sino desde cualquier espectro deportivo.
Tremendo, de colección, un bello espectáculo dentro de cualquier tipo de espectáculos que se precien de tal. Un regalo para todos nosotros, contemporáneos de ellos al fin, para que lo disfrutemos en vivo y en directo y para que lo evaluemos desde todos los enfoques todos. Asi nos sea imposible analizarlo desde otro lado que no sea desde sentimiento y desde el corazón por este combate deportivo sin tregua entre dos inmensos gladiadores dentro de un rectángulo de juego.
Para aplaudir de pie, como seguro lo hizo gran parte del mundillo deportivo y del otro, ese que valora la exquisitez cualquiera sea su concepción. Aún en el tremendo sufrimiento e incógnita del final donde la tecnología, esa que aún niega el fútbol corporativo, tuvo que dar su veredicto para que el suizo suelte sus lágrimas de campeón una vez más.
No paremos de aplaudir, y valoremos el poder ser parte de este tamaño espectáculo que nos sigue sacudiendo desde todos los rincones del puro sentir humano salvo que ya no corra sangre en nuestras venas.
Para aplaudir también de pie ese nivel in extremis y ese talento único desparramado a lo largo y a ancho de la cancha por estos dos veteranos super profesionales que muchos ya daban como terminados. Pero que sus corazones y sus excelsos sacrificios mentales y espirituales se empeñaron nuevamente en depositar en el ruedo de la alta competencia ante sus pares de menor edad.
No paremos de aplaudir, no solo esta otra histórica final de un Gran Slam con ese final para el infarto, sino también la grandeza humana de dos gladiadores que ya no bajarán de ese pedestal solo reservado para los grandes de verdad. Dos gladiadores como Federer y Nadal que siguen desparramando ejemplos de lucha pero, por sobre todas las cosas, regalándonos el invalorable respeto y humildad hoy tan bienvenidos y necesarios.
Triunfó el tenista más grande de la historia y uno de los deportistas más reconocidos de todos los tiempos, aunque bien pudo ser para el mallorquín Nadal. Pero, quizás por la fuerza de lo que siempre nos brindaron esto por allí sea lo menos trascendente. Porque volvieron a demostrar que ganó ese espectáculo maravilloso que disfrutó gran parte del mundo globalizado y que, ojalá, puedan repetirlo y repetirlo para que no dejemos de aplaudir.