Emulando a aquel histórico título del filme de 1939 “Lo que el viento se llevó”, bien podríamos contextualizar el presente tecnológico para el fútbol mundial como … “Lo que el VAR se va llevando”. Porque pareciese, por ahora solo pareciese, que se va llevando nomás muchas injusticias y atropellos por parte de aquellos jueces siempre proclives a beneficiar con sus fallos a las camisetas más pesadas e históricas del ruedo.
Ejemplos los hay todas las semanas y a raudales en las ligas europeas o certámenes internacionales donde la aplicación del aparatito ya es obligatoria. Y de hecho, el fin de semana se volvió a comprobar con claridad esto que venimos afirmando al respecto desde hace mucho tiempo.
Entre otros, en el choque español entre el poderoso Real Madrid y el humildísimo Levante otra hubiese sido la historia, como tantas otras veces, de no haber existido este sistema.
Veamos: el árbitro Medié Jimenez vio amarilla para un delantero del Levante cuando era roja para un defensor del Madrid, “observo” foul fuera del área cuando era penal para el desconocido visitante, concedió un gol ilegítimo para el poderoso cuando el evidente offside previo se vio desde cualquier lugar del escenario e invento un penal para el local cuando en realidad fue de las típicas “zambullidas” de pileta. Obviamente, el VAR se encargó de rever dichos errados “fallos arbitrales” que le hubiesen concedido, como cientos y miles de veces a este como a cualquier otro equipo de renombre, un triunfo seguro y abultado y que en definitiva terminó como victoria para el cuasi desconocido visitante.
La pregunta, entonces, cae por su propio peso: ¿Sin esta tecnología que a Dios gracias llegó para quedarse, cuántos, pero cuantos habrán sido los resultados injustos y faltos de ética y verdad en función de lo ocurrido en los campos de juego a lo largo y ancho de la larga historia del fútbol mundial? …. Seguramente muchos, muchísimos y casi imposible de contabilizar y en desmedro de los más débiles y de la verdadera esencia y realidad de los hechos.
Más vale tarde, quizás muy tarde, pero llegada al fin para traer algo de equidad al más popular pero sospechado de todos los deportes. Llamando incluso la atención la demora de su instalación en la Argentina, cosa denunciada por Javier Castrilli, quizás uno de los muy pocos ex “hombres de negro” honestos que no se dejó amedrentar con la presión exterior e interior de los grandes escenarios.
Un sistema moderno y necesario que debería darle tranquilidad y respaldo tanto al árbitro principal como a sus asistentes, más allá de la resistencia natural de las corporaciones beneficiadas con lo anterior y del típico corte y demora en cada revisión pero que evita tantas “interpretaciones subjetivas”.
El VAR llegó para quedarse y ojalá también recalando en un fútbol de ascenso que hoy por hoy vuelve a vivir otra temporada de corrupción infernal y escandalosa a la vista de todos.
Llegó para quedarse y para irse llevando, como aquel viento de la histórica película del siglo anterior, tantos “fallos” obscenos que beneficiaron siempre a los mismos e inundaron sus vitrinas de trofeos tan sospechados como mal habidos.