Ojalá, Dios quiera, que tanto la educación como el deporte no vuelvan a quedar, como toque futbolero, en offside dentro del juego propuesto para esta segunda ola de Coronavirus. Una simple expresión de deseos al comprobar que no está exenta la posibilidad de repetir decisiones descabelladas como las que, lamentablemente, dañaron a estos rubros con anterioridad.
En la semana internacional de la actividad física que acaba de concluir, la OMS resumió en su portal oficial que … “Cada movimiento cuenta para mejorar la salud” y lo complementó destacando que … “Si la población mundial fuese más activa y menos sedentaria se podrían evitar hasta cinco millones de muertes al año”.
Extrapolado a este tiempo de Pandemia, es claro que quien se alimentó correctamente y realizó una vida sana al aire libre estuvo y está en mucho mejor condición para hacerle frente al Covid, incluso si lo hubiese contraído. O en otras palabras, mucho mejor preparado para resistir o superar la enfermedad que aquel que vivió en hacinamiento, con sobrepeso y en un lógico estado de debilidad.
No obstante ello, si lo recuerdan, las erráticas decisiones de un anacrónico facilismo sumado a un lamentable desconocimiento privaron por mucho tiempo a grandes y chicos de las actividades físicas, recreativas y deportivas tan necesarias para la salud. Decisiones que dañaron no solo el aspecto psicofísico de buena parte de la población sino también las finanzas, el sustento y el futuro de innumerables clubes e instituciones deportivas y de mucha gente que vive de ello y que son tan trabajadores como cualquier otro. Clubes y empleados con las mismas necesidades de preservación que los comercios, las industrias y los intocables entes públicos en donde muchos llevan más de un año cobrando sus salarios sin ningún tipo de prestación. Pero, más allá de esta interminable injusticia a la vista de todos, duele y molesta cuando la estadística nos muestra con claridad que en ninguna actividad recreativa y deportiva, tardíamente habilitadas a fines del año anterior, se generaron problemas de transmisión. Ni en el automovilismo con su público, ni en los deportes grupales e individuales y mucho menos en los gimnasios y piletas protocolizados que le devolvieron su salud a mucha gente. En ningún caso se activaron contagios en la comunidad, es más, si al revés desde el exterior o encierros sin protocolos a las cuidadas burbujas deportivas como lo sufrió el fútbol o el básquetbol entre otros.
Costo y mucho volver a mover la rueda del deporte y la educación después de aquel eterno e inexplicable parate. Costó volver a estimular a los pibes en sus clubes y sus escuelas para extirparle la “modorra” y el hacinamiento de tanto encierro. Y por eso duele comprobar lo cerca que se puede estar de volver a sufrir las mismas erróneas medidas del año anterior, lo que sería un definitivo golpe de nocaut. Como si la educación y las actividades físicas fueran letales para el diario vivir y menos importante que otros segmentos de la vida social y laboral.
Restricciones demagógicas, fáciles y rápidas de llevar a cabo antes que el lógico pero molesto seguimiento y control de los protocolos, la desarticulación de la clandestinidad o el correcto esquema de vacunación que sigue brillando por su ineficiencia. De “yapa”, con ridículas peleas políticas, otra vez, de hora más u hora menos de cierres que, de paso, lo único que generan son más y más clandestinidad. Clandestinidad y contagios que vuelven a castigar a los mismos sectores protocolizados, quienes en su enorme mayoría cumplieron a rajatablas con lo solicitado y por ello allí la comunidad no corre riesgos.
Desde la estricta realidad, lamentablemente solo podemos seguir observando con impotencia estas medidas y decretos de apuro que, está claro, la inmensa mayoría de la población a esta altura ya no acata. Y por ello aspiramos a una modesta expresión de deseos de poder contar rápidamente con la totalidad de las vacunas y con medidas sólidas, simples y con estricto control para su cumplimiento. Medidas más justas y efectivas para mejorar en algo un futuro claramente desalentador por el momento