(Columna compartida con La Voz de San Justo y El Heraldo)
El deporte de competición, el de competición amateur y protocolizado, volvió a ser flanco de suspensiones. Tiempo atrás en el interminable año de inactividad, hace días por el Decreto de los Intendentes del departamento San Justo y en estas tres semanas desde la órbita del gobierno nacional y provincial. Y dentro de tanta desazón, el texto en la imagen de los canales capitalinos de la Provincia del viernes anterior termino siendo todo un ícono. Un ícono de un sentimiento imposible de evitar como lo fue y lo es el de la impotencia comparativa de los hechos: “ Fútbol libre sí, Fútbol competitivo no ”.
Cuesta encontrar un entrenador, algún jugador o jugadora, un padre e incluso un comunicador que avale tal medida que involucra también al básquet, hockey y voleibol entre otros. Especialmente cuando se lo coteja con el resto de disciplinas no grupales o sus mismos pares por equipos si aceptados en su versión “libre”, extrañamente lo que no cuenta con protocolo y verdadero control.
La sensación de quienes de una u otra forma se sienten afectados con esta tercera restricción es, en este mes de Mayo, muy distinta a la del mismo mes del año anterior.
En aquella oportunidad la Cuarentena era “real”, tanto por el Decreto de las autoridades como por la clara amplitud que todo lo abarcaba y el cumplimiento ciudadano a rajatabla. Pero esta es otra cosa, mucho más parcial, endeble e injusta se lo mire por donde se lo mire y sin negar la imperiosa necesidad de bajar los casos y la maldita transmisión comunitaria.
Es otra cosa porque, a diferencia del año anterior, ahora no solo la totalidad de actividades comerciales, industriales, laborales y de esparcimiento siguen habilitadas de uno u otro modo, sino que es más que evidente la discriminación generada dentro de las propias actividades deportivas. Entendiendo siempre que las actividades físicas, el deporte y la recreación son fuentes inagotables de bienestar físico y mental sin ningún tipo de discusión.
Discriminación evidente, y he ahí la diferencia también con el año anterior, porque no hay ninguna restricción para juntarse en un “picadito” de cualquiera de aquellas disciplinas mencionadas en tanto y en cuanto sean “libres” y, de yapa, en cualquier tipo de lugares que no cuentan, en su mayoría, con el debido control y mucho menos con protocolos. De hecho, en nuestra región se lo pudo comprobar en la otoñal tarde sabatina del día del trabajador con innumerables fotos y comentarios de los mismos afectados desde el ámbito de la competición. Comentarios y pruebas que, en el relato de ellos mismos, allí no tuvieron ningún tipo de trabas para despuntar el vicio sin importar las cantidades, los horarios, ni las formas. También el fútbol, de cualquier condición menos el amateur, jugándose en la mañana, tarde y noche del domingo con una cantidad récord de partidos y traslados a lo largo y ancho de todo el país.
Desconcierto, incredulidad y amarguras, con heridas más profundas. Más profundas aún que aquellas que dejaron fuera del sistema a muchos niños y jóvenes deportistas por las secuelas del hacinamiento anterior. Con el lógico temor a repetirlo en quienes a duras penas habían vuelto al ruedo y se vuelven a encontrar, en palabra de sus profesores, otra vez con la falta de estimulación de “entrenar para algo”.
Sabemos que las actividades deportivas grupales no solo generan individuos más fuertes y más sanos, sino que le brindan a la comunidad un marco de generosa interrelación social tanto en el entrenamiento como en la competencia. Competencia que, más allá del tiempo neto de juego, también es rica en la relación de minutos anteriores y posteriores, incluso con sus eventuales adversarios. Y, lo más importante para estos momentos, actividades que se desarrollan con protocolos aprobados, tanto en la competencia en sí como en los traslados, los ingresos y en la mínima utilización de los vestuarios e instalaciones adicionales.
Es imposible no pensar y analizar con un sano criterio y mejor sentido común que se pudieron y debieron tomar de antemano otro tipo de decisiones. Decisiones circunstanciales pero sumamente importantes antes de volver a prohibir a las mismas actividades de siempre. Actividades que de a poco estaban reviviendo y que con esto vuelven a quedar a merced de un panorama realmente desolador a futuro.
Quizás, una de ellas pudo ser el haber reorganizado el calendario tipo Setiembre 2020 hasta Abril de este año sin solución de continuidad y con el tiempo de verano dentro. Una opción de equilibrio para poder soportar de otra manera este latigazo del presente y con la incertidumbre a flor de piel por las bajas temperaturas por venir. También, jugar sin público con un mínimo de dirigentes afectados y medios de comunicación para llevar el evento a la gente, más una esponsorización pública momentánea para que cierren los números del costo fijo de puesta en marcha.
Opciones criteriosas que hubiesen evitado las heridas de estos días. Heridas más profundas que si producen estas otras medidas a la ligera y sin mucha base de sustentación potenciadas por la dolorosa comparación de todo lo otro habilitado. Con otro parate más que, según los propios involucrados, volverá a traer abulia, desestimulación, desinterés en el entorno y problemas económicos por doquier.
Pocos lo manifiestan, pero la inmensa mayoría lo sabe y lo dice por lo bajo. Escasa vacunación, interminable Cuarentena anterior y medidas que alimentan la clandestinidad y el amontonamiento como, entre otras, las restricciones horarias a espacios y lugares cuidados y protocolizados donde es evidente que no se producen los contagios. Y en el mientras tanto, el siga – siga de volver a restringir a quienes venían cumpliendo con lo exigido y ahondar esa herida deportiva y social que parece interminable.