Más allá del preciado momento institucional del club Huracán, con un crecimiento exponencial de sus disciplinas, actividades y masa societaria en estos años, el fútbol le ha regalado una temporada soñada, impensada meses atrás. Incluso con el mismísimo fútbol infantil en paralelo, que también disfrutó de las mieles de ganar la temporada de la Sur ante rivales de fuste.
Ni el más acérrimo simpatizante del Globo varíllense hubiese imaginado, allá por la finalización del Apertura de la Sur cuando se deambulaba por los últimos lugares, semejante logro alcanzado el viernes anterior. Por aquellas derrotas en continuado, un equipo demasiado corto y el timón que, luego de la ida de su DT anterior, quedaba para un hombre de la casa: El “Fede” Zarate y toda la responsabilidad y desafíos de “su primera vez”.
Pero de hechos épicos y memorables también se nutre este fútbol pasional e inexplicable que nos premia y castiga como si a través de una pelota se nos fuera la vida misma.
Y así lo entendió, desde las cenizas, ese minúsculo grupo de dirigentes y jugadores estoicos a los que se les oía decir por lo bajo: “esto es Huracán y no lo vamos a dejar caer sin por lo menos intentar revertir la historia”. Un “no te des vencido ni aún vencido” admirable para ese puñado de voluntades que tenía casi todo en contra menos el convencimiento de que si se moría, se moría de pie. Y ese fue, créanme, el cimiento y la base para comenzar a creer que un destino algo mejor era posible.
Y fue, con lógica y paciencia, sumar punto a punto, partido a partido con resultados que comenzaban a cambiar para bien apuntalando a un vestuario cada vez más unido y cada vez más complicado de vencer para sus rivales. Porque el Globo no era más que muchos, pero ahora tampoco menos que nadie en un torneo Clausura que le comenzó a sonreír en la misma medida en que crecía dentro de la cancha y fuera de ella por parte de un público cada vez más numeroso en las tribunas.
Solidez y confianza en un ambiente que ya era otra cosa y que de yapa también nutría su fútbol infantil al quedarse con la temporada por estas geografías de la Liga Regional.
Llegaría la conquista del certamen ante Adea y la continuidad de la mística de los penales que ya no lo dejaría hasta el final de este inolvidable viernes por la noche. Con el recurrente e increíble recambio del “especialista” Salamanca por el muy buen golero Bramardi, “cómplice y equipo” de dicha circunstancia y por la seguridad y confianza de los más veteranos y aún de los pibes más jóvenes a los que nunca les pesó tamaña responsabilidad.
Y así, de la misma manera, se ganó la temporada ante el encumbrado Unión en su reducto dejando en claro qué podría venir, porque no, también un interesante certamen Absoluto. Que este “Huracán de los Milagros”, el de Zarate y Marenchino, iba a ser un hueso duro de roer para cualquiera y ahora ya sin nada para perder.
Pero claro, faltaba número y algo más de calidad para tamaña empresa y desafío ante los fuertes de la Sur y los popes de otras zonas. Y por ello el acierto en la llegada de Senn y Catriel Sánchez, dos refuerzos vitales y de la casa para redoblar la apuesta competitiva, potenciar la ofensiva y aliviar el esquema grupal y de overol líneas atrás.
Y, como en aquellos primeros partidos del debut de Zárate en el banco, la premisa siguió siendo la misma: partido a partido, rival por rival y sin creérsela salvo en la intimidad de un vestuario que ya era un culto grupal por el jugar y morir por el compañero.
Sin dudas que esa fue la clave, el fundamento, la posta para observar en cancha a un equipo monolítico y muy incómodo para cualquier rival. Que crecía en confianza a pasos agigantados para la creciente ilusión de los propios y la observación de reojo para el resto de candidatos.
Candidatos de fuste que fueron cayendo con el equipo varíllense en las instancias claves hasta el mano a mano final con un equipo santafesino que, probablemente, lo triplicaba en presupuesto.
Pero, el “Huracán de los Milagros” no podía fallar en la última función y así lo hizo. Sacándole lustre a su rica historia de aquellos antiguos torneos del interior impregnados de grandes batallas en esa misma cancha, hoy con un piso excepcional. Y no fallo y le regalo ese primer gran regocijo a las nuevas generaciones y la explosión de aquellas lágrimas contenidas de muchísimos veteranos que se pellizcaban por el volver a revivir las archivadas viejas épocas de glorias.
De la tristeza y pesadumbre de las cenizas a la incontenible alegría y éxtasis sin escalas hacia el título mayor en solo un puñado de meses. Tan sencillo de disfrutar como complicado de entender y fundamentar desde la óptica racional. Salvo claro, que uno se convenza de que esta versión histórica del 2023 fue nomas …. El “Huracán de los Milagros”.