Había dos formas infalibles para que sí o sí te mancharas el guardapolvo en la Escuela Rivadavia.
Una: por una pérdida del famoso tintero “involcable” que usabas en las clases de Caligrafía y dos: con las moras del patio de tierra.
Las dos vías te aseguraban sendas situaciones. Una: tus amigos que no estudiaban ahí sabían por el color de los bolsillos del delantal que ibas a la Rivadavia y dos: un reto en tu casa o bien si las manchas no salían con lavandina (agua de Jane le decían en esa época), llevabas las manchas como condecoración hasta el fin de año.
Después había variadas formas de romperse el guardapolvo: por un ardoroso partido de fútbol en el hoy casi inexistente patio de tierra de la escuela, por un resbalón en las carreras de banderitas de la profesora Visconti de Educación Física, por un agarrón luego de un “quién quiere jugar a los choros…” del que solo los exalumnos viejitos del colegios sabrán de qué estoy hablando y recordarán las peloteras que se armaban… por una caída de la calesita del Jardín de Infantes que tomábamos por asalto cuando no nos veía la señorita Vilma Filippa y tantas más.
Pero esos eran eventuales accidentes. Lo de las moras eran patrimonio “manchístico” indeleble, la marca en el orillo, de chicos y chicas de la Escuela Bernardino Rivadavia.
Había que ir hasta la plaza San Martín, a unas seis cuadras del lugar para poder sacar moras gratis de la planta, y en horario de clases no podíamos. Las moras de la Rivadavia eran exclusivamente nuestras y de quienes transitaban por la calle-ruta adyacente y arrancaban las frutas de las ramas que pasaban por encima del tapial.
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Un día la Muni sacó la planta de moras de la plaza principal pero el lugar quedó tan bello con las reformas que hoy se siguen haciendo, que nadie se acordó del “moricidio” y no sé si voló también la planta de nísperos. Hace mucho que no voy al centro.
Pero las de la Rivadavia seguían invictas y enhiestas en su lugar…
Hasta que también llegó el progreso. El colegio creció en matrícula y ya no quedaba lugar en la escuelita que está próxima a cumplir 90 años. Y había que construir dos aulas más para un Taller de Usos Múltiples que llaman TUM.
Y las plantas de moras hicieron PUM.
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L. A. A.