La “bicicleteada”, la más que popular “bicicleteada parroquial” hoy ya con nuevos grupos e instituciones, volvió a mover montañas. Montañas de sentimientos familiares que volvieron a atravesar a lo largo y ancho una ciudad cada vez más extensa y participativa a pesar del fuerte viento del domingo.
Otra “bicicleteada”, rumbo a sus bodas de plata, para seguir sosteniendo la alegría de miles y miles de corazoncitos que festejaron de continuo junto a sus seres queridos y amigos mucho más que su particular “día del niño”. Porque festejaron, por sobre todo, ese vínculo tan especial de poder compartir el preparado de “su bici”, el disfraz y los globos junto a sus queridos papis, hermanitos y demás familiares de la vida. Para luego claro, mirar y mirar con asombro y expectativas a los suyos, a los otros y a los tantos otros a través del largo recorrido de la travesía por las calles de la ciudad. Una travesía poblada de colores, sonidos e imágenes que más tarde culminará con la alegría conjunta y el disfrute final de todos en el corolario de una plaza vestida para la ocasión.
Veintitrés años ya desde aquella primera gran idea que no paró de crecer y crecer hasta convertirse en un símbolo varíllense que año tras años saca pecho ni bien asoman los primeros días del duro Agosto. Veintitrés años arrancando sonrisas y fuertes latidos del corazón a tantas generaciones que se apropiaron de semejante acontecimiento con el paso del tiempo. Un acontecimiento alejado de grietas, revanchismos, divisiones o diferencias sociales y que, como pocos, nos brinda un verdadero ejemplo de sana convivencia.
La “bicicleteada”, la más que popular “bicicleteada parroquial”, creciendo año tras año para seguir moviendo montañas. Esas montañas de buenos sentimientos que tanto nos reclaman nuestros niños como el regalo más preciado y en un complicado presente en donde quizás lo necesiten más que nunca.